miércoles, 29 de junio de 2011

Padres y Educadores - Deberes para con los niños



La Educación en la Escuela

Nunca es tarde para enseñar a los pequeños las reglas y normas de vivir en sociedad. Pero a medida que pasan los años es más difícil inculcarles estas reglas. Un niño es como un árbol al que hay que ir regando y cuidando desde pequeño. Si se tuerce, cada año que pasa es más difícil enderezarlo, hasta que llega un momento en que es prácticamente imposible.

Durante un tiempo se pensó que la disciplina formal, las buenas maneras, las formas, las reglas de urbanidad habían pasado a mejor vida y que los nuevos tiempos obligaban a cambiar todo eso por un nuevo trato, por el tuteo, un nuevo vínculo educativo basado en la amistad entre maestros y alumnos. Ello obligaba a los maestros a esfuerzos continuados para imponer la disciplina formal. Ante la presión social, la educación recibida por los nuevos maestros nacidos en las décadas de liberación, de los sesenta y los setenta, y con el empuje de unos padres, nacidos en las mismas décadas, y especialmente el de las madres sobreprotectoras, los hijos fueron elevados en los noventa a la categoría de majestades, y poco a poco el clima escolar se fue relajando. Ello nos fue dejando un panorama educativo y escolar, fiel reflejo de esos vientos sociales, pero de creciente malestar.

Es clara la pérdida de la autoridad natural de los docentes. Por supuesto que hay docentes que no saben ni sabrán sostener los principios de la autoridad, aunque puedan mostrar muchos conocimientos, bagajes científico-intelectuales y sabiduría didáctica, pero su aptitud para hacerse respetar, para imponer normas, para sostener la mirada, para crear condiciones de disciplina sin recurrir, ni a la agresividad ni a la violencia ni a los reglamentos es escasa. La época que vivimos no ha sido muy proclive al ejercicio y a la preparación de padres y educadores para el despliegue acertado de los métodos y técnicas de disciplina.

Toda la crítica pedagógica a la disciplina formal se ha basado en la idea de que lo importante no son las formas externas, por ejemplo que los escolares se pongan de pie siempre que entra un maestro(a) y que el asunto central es el aprendizaje del alumno. De acuerdo, pero, para que el alumno aprenda, se requiere que haya un marco disciplinario mínimo. La disciplina no es algo fácil de transmitir, y no basta con los reglamentos disciplinarios. Hay que preparar a los futuros maestros para que sepan conducir grupos de escolares, y en especial, los más difíciles, los grupos de adolescentes.

Hoy a las escuelas se les quiere exigir que suplan la acción educativa que la familia y la sociedad han abandonado. Se ha olvidado aquello de que la familia forma y la escuela educa. Contemplamos atónitos el declive de la exquisita educación: ceder el paso, saludar con cortesía, tratar de usted, no tirar pipas ni chicles al suelo, no hablar por el móvil en recintos públicos y cerrados como restaurantes, buses o trenes molestando a los vecinos, respetar el turno, no contestar ni replicar,… ponerse de pie cuando entra el maestro al aula por primera vez cada día.

En los museos se ven grupos de escolares adolescentes de distintos países, algunos sentados en el suelo y en silencio, escuchando atentos las explicaciones de su maestra ante un cuadro. Otros grupos moviéndose, algunos mirando el móvil, y a maestros(as) desesperados(as) enfadándose con unos y con otros.

Fernando Martín Aduriz

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