miércoles, 29 de junio de 2011

Valores Familiares - Principios para una Buena Educación



Los valores surgen primordialmente en el individuo por influjo y en el seno de familia, y son valores como el respeto, la tolerancia, la honestidad, la lealtad, el trabajo, la responsabilidad, etc.

Para que se dé esta transmisión de valores son de vital importancia la calidad de las relaciones con las personas significativas en su vida, sus padres, hermanos, parientes y posteriormente amigos y maestros. Es además indispensable el modelo y ejemplo que estas personas significativas muestren al niño, para que se dé una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Además es de suma importancia la comunicación de la familia. Cuando el niño ha alcanzado la edad escolar se hará participe de esta comunicación abierta, en la toma de decisiones y en aportaciones sobre asuntos familiares.

Posteriormente estos valores morales adquiridos en el seno de la familia ayudarán a insertarnos eficaz y fecundamente en la vida social. De este modo la familia contribuye a lanzar personas valiosas para el bien de la sociedad.

Recordemos que una persona valiosa, es una persona que posee valores interiores y que vive de acuerdo a ellos. Un hombre vale entonces, lo que valen sus valores y la manera en como los vive.

Tales propósitos podrán ser posibles si a nivel familiar se logra una participación consciente y sistemática de los diferentes sujetos generacionales a partir de sus experiencias y conocimientos con el fin de que contribuyan a la formación y transmisión de valores positivos en los niños y jóvenes en plena correspondencia con el proyecto social y tomando en cuenta los intereses y necesidades de los sujetos en formación.

Ahora bien, si tenemos en cuenta que la familia es la célula básica de la sociedad y una importantísima forma de organización de la vida cotidiana fundada en la unidad matrimonial y lazos de parentesco; en las relaciones matrimoniales entre el esposo y la esposa, los padres y los hijos, los hermanos y las hermanas, y otros parientes que viven juntos, y administran en común la economía doméstica en constante intercambio con el medio social, entonces hay que señalar que sus relaciones no sólo se circunscriben a las de padre y madre, padres e hijos, abuelos y nietos, a éstas, indudablemente hay que sumarles otras no menos importantes y necesarias de ser tenidas en cuenta; en este caso a las relaciones intergeneracionales que subyacen en toda familia y cuyas especificidades se expresan a través de las relaciones filiales y paternales.

Por ello, las generaciones mayores a partir de las posiciones que ocupan dentro del grupo familiar deben asumir de manera consciente responsabilidades sociales para con la nueva generación las cuales deben cumplir en el marco de sus roles dentro de las que se encuentran:

Crear las condiciones esenciales para dar continuidad a la familia con una generación cualitativamente superior a la que le antecedió.

Crear valores sólidos y perdurables que permitan el fortalecimiento de la familia y su continuidad axiológica y sociocultural.

Formar a las nuevas generaciones en los principios del respeto y la tolerancia intergeneracional.

Preservar el patrimonio familiar para que pueda ser enriquecido por las nuevas generaciones.

Propiciar la educación de las nuevas generaciones sobre la base de la experiencia acumulada por las generaciones anteriores.

Potenciar la comunicación intergeneracional con métodos flexibles y creativos en los que tanto unos como los otros puedan comprenderse independientemente de los años que los separen.

Defender la identidad familiar a partir de la conservación de los valores que porta cada generación.

El cumplimiento de cada una de ellas contribuirá al fortalecimiento de la familia y las relaciones intergeneracionales y al mismo tiempo se convierten en retos y desafíos en esta época de profundos y permanentes cambios dentro de los cuales el hombre como sujeto generacional juega un papel fundamental en la perpetuación de sí mismo como especie del entorno y de la cultura y de la propia familia como célula fundamental de la sociedad.

De esa manera una generación al darle vida a la otra le proporciona también todo el patrimonio natural y cultural del cual es portadora dando continuidad así al ciclo de vida familiar que de manera ininterrumpida se produce en cada una de ellas. Así va tomando cuerpo la idea de la transmisión de valores de generación a generación, que no pocas veces se pronuncia como frías palabras sin tomar en consideración su dimensión y alcance, siendo convertido en un eslogan que muchos dicen y pocos asumen y por tanto no se detienen en profundizar en su contenido y menos aún en convertirla en práctica cotidiana.

Siempre que de formación de valores hablamos, automáticamente nos viene a la mente el destino de dicha acción; que si bien para unos sus destinatarios son los jóvenes, para otros, los niños y adolescentes, para no pocos el nivel de generalización es mayor, expresado en los términos de nueva generación u hombre nuevo.

Siendo objetivamente así entra en juego el por qué y para qué se forman valores, pues como proceso, plantea propósitos e intenciones que en todo momento deben estar claros tanto a nivel micro como macro social para que el mismo conlleve a la formación positiva y real de los sujetos.

Formar valores implica ante todo una profunda responsabilidad de la generación mayor que tiene a su cargo por lógica histórica la misión de formar su descendencia. A partir de ello, significa un fuerte compromiso social que tiene su punto de partida en la determinación clara y consecuente de los valores que se precisan formar.

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